Veo una vida nueva...

Dejar de fumar es fácil... si nunca has empezado!
Ese debería ser el verdadero título del libro. Dejar de fumar es duro, muy duro, extremadamente duro. Es tan duro que acabas por morder cualquier cosa sólida que se ponga en tu camino, ya sea un boli, un botón, un mechero o el hombro de tu madre cuando te la cruzas por el pasillo... creo que lo próximo va a ser la pared, me entretendrá un rato.
La sensación se ansiedad que normalemente tenías cuando se te había acabado el tabaco y era demasiado tarde como para bajar a por más se ha convertido en tu compañera de trabajo, de clase, de ocio, de gimnasio, de chat... en otras palabras, de repente descubres que no te corre horchata por las venas sino que además de tener sangre eres nerviosa! Además, cuando dejas de fumar siempre te da la sensación de que el mundo tiene un complot contra ti y vayas donde vayas hay alguien fumandose un cigarro, apagando otro, saliendo del estanco, tirando el humo, con una revista cuya contraportada tiene un anuncio de tu ex marca... y a ti no te queda más que meterte otro chicle en la boca y seguir haciendo pompas. Todo sea por tus pulmones... y por tus púas.
Luego llegan los momentos de desesperación exacerbada, esos en los que darías tu vida por darle una triste caladita al cigarro que te mira desde el cenicero que hay sobre la mesita del comedor, justo al lado del mando de la tele, ese al que se acerca sigilosamente una mano que lo acaricia suavemente, lo agarra con cuidado, lo levanta y lo lleva hasta los labios del cabronazo de tu padre que te ofrece sin miramientos mientras se retuerce entre carcajadas en su sillita infernal...

Las primeras veintitrés horas han ido bien, menos mal que sólo me queda el resto de mi vida...