16 enero, 2010

Tenía.

Escucho una canción muy mala, si me apuras... muy hortera (cuyo nombre no pienso revelar jamás), y me doy cuenta de algo.
Pausa. Stop. Refelxión. Replay. Play a secas.
Play a no tan secas, en realidad. Probablemente porque aún estoy algo borracha... quizá porque he conseguido volver a sonreir.
Tenía mucho que darte, tenía mi bien más preciado guardado a la espera de que quisieras recibirlo, sólo a una llamada, de hecho nisiquiera a una llamada, hubiera bastado con un simple gesto, como todas las veces que pudiste tenerlo. Como todas las veces que me di a la persona equivocada.
Jamás admitiré que me arrepiento, pero hoy POR FIN soy capaz de ver que estaba equivocada, que te cargaste todo lo que era y me sumiste en la más profunda de las miserias en todos y cada uno de los sentidos posibles.
Ahora tengo las fuerzas suficientes como para confesar que siempre pensé que nunca sería capaz de recuperar mi vida, que nunca sería capaz de curar mis heridas, que nunca sería capaz de levantarme y mirar hacia delante con esa sonrisa que sólo tu presencia era capaz de poner en mi inexplicablemente apenado rostro.
Pero hoy sí, hoy soy capaz, de hecho, hace días que me levanté, que sonreí, que me reí de tus inmadureces, de las mías, de las nuestras. Que entendí que jamás me mereciste, que por muy perfecta que sea tu sonrisa, por muy azules que sean tus ojos, por muy encantador que seas... nunca serás capaz de dar de ti todo aquello que sospecho que sólo yo fui capaz de ver, quizá por mi condición de idealista empedernida, quizá porque soy gilipollas... eso nunca lo sabremos.
Y mira tú... no sólo he sido capaz de levantarme, sino que estoy más arriba de lo que lo he estado jamás, así que a pesar de todo, tengo que darte las gracias.


Ahora sí... CARPETAZO.
Buenas noches y buena suerte, es bastante probable que la necesites.

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