18 octubre, 2005

Fly me to the moon.

Cada noche permanecía inmovil, de pie, mirando al cielo en el mismo lugar durante unos minutos. Solía mirar a la Luna a los ojos y pedirle que la ayudase a llevar a cabo sus propósitos, que la ayudase a alcanzar sus metas y la acompañase en el camino hacia su felicidad.
Cada noche salía, la buscaba y le hablaba en silencio cuando nadia podía verla, ni juzgarla, ni acusarla de nada.
A menudo le pedía apoyo en cosas banales, en cosas que sabía que conseguiría por si misma, aunque tenía la necesidad de setirse arropada por el calor que la Luna le concedía sin pedirle nada a cambio. La Luna le daba fuerzas para creer en si misma, en su carisma, su voluntad. su brío y su yo, incluso la ayudaba a conseguir cosas materiales que jamás habrían estado a su alcance si no hubiese creido en si misma. Le pedía suerte, prosperidad y buenos resultados en todo aquello que se proponía, y la Luna le guiñaba un ojo en señal de acuerdo noche tras noche.
Una noche de verano, cuando la Luna se encontraba en su fase plena, ella se acercó hasta su lugar secreto, sólo por esta vez, tomó asiento y sobre una piedra blanca le rogó a la Luna que la ayudase por última vez.

- Sé que ésta vez es verdad. Sólo dame una señal y te dejaré en paz para siempre.

Esa vez no encontró fuerzas sufcientes para creer en si misma, no encontró en su interior esa fuerza sobrehumana que la acompañó en los momentos duros, no encontró el yo que la ayudase a encontrar su nosotros.





Aún hoy la Luna plaga el cielo con sus lágrimas doradas en señal de luto por la niña de sus ojos.

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